Alice deja su pueblo para iniciar una
nueva vida en Cerdeña. Ocupa el piso de su tía en un edificio frente al
mar y a poco encuentra en sus vecinos una nueva familia. En la planta
alta vive un anciano violinista, Mr. Johnson. En la planta baja, Anna,
una mujer humilde y pródiga en confianza y ternura.
También están Giovannino, un niño lo suficientemente sabio para educarse a sí mismo, y Natascia, tan celosa que vive la pesadilla constante de perder a su novio. Cada uno lleva a cuestas su obsesión, su locura grande o pequeña, sus miedos y sus sueños de amor que, a veces, pueden cumplirse del modo más inesperado.
También están Giovannino, un niño lo suficientemente sabio para educarse a sí mismo, y Natascia, tan celosa que vive la pesadilla constante de perder a su novio. Cada uno lleva a cuestas su obsesión, su locura grande o pequeña, sus miedos y sus sueños de amor que, a veces, pueden cumplirse del modo más inesperado.
En este ambicioso proyecto, escrito desde
1972 y hasta su muerte en 1987, Yourcenar evoca a sus abuelos, a su
padre, y también su propia infancia y juventud. “Los retazos de una vida
son tan complejos como la imagen de la galaxia”, escribe la autora de Memorias de Adriano, “¿Cómo sería tu rostro antes de que tu padre y tu madre se encontraran?”.
A la manera renacentista, Yourcenar se sirve del pasado para hablar del presente. La obsesión por explicarse a sí misma y explicar nuestra época ilumina las páginas de esta obra monumental que la autora dejó inconclusa, como si de su vida misma se tratara.
“Marguerite Yourcenar es una moralista que jamás da lecciones de moral. La belleza, el coraje y la modestia la conmueven y, por más atroz que sea el presente, se niega a cerrar los ojos. Recordad que la lucidez es contagiosa, y también lo es el coraje. Si les, querrás releer: jamás nos cansamos de Yourcenar.”
Óscar Colifatto viste de riguroso negro y detesta la luz del sol, las calles frívolas y chillonas de Miami, los animales y los niños..., lo detesta todo menos a sí mismo. Maniático e hipocondríaco hasta el extremo, trata de mantenerse aislado del mundo para que nada ni nadie trastoque su monótona rutina como guionista de culebrones.
Ha de escribir una nueva telenovela que restituya su fama perdida, pero su creatividad se ve mermada a raíz del abandono —debido a un pequeño incidente— de Natalia, la mujer con quien convive desde hace seis años.
Una vecina explosiva e iluminada de los libros de autoayuda, el adorable perrito de ésta, un exigente productor de telenovelas, una prostituta enviada por este último para calmar el desamor y un hijo que tuvo trece años atrás se entrometen en su proceso creativo. Y en el centro de la trama, Óscar, uno de esos personajes maniáticos, patéticos y freaks pero al mismo tiempo entrañables que quedan en la memoria para siempre.
Victus es, en principio, una novela histórica que se sitúa a inicios del siglo XVIII y narra la Guerra de Sucesión española a través de un muy joven barcelonés, Martí Zuviría, quien se convierte en un genio en las artes de fortificación y expugnación. Pero no se queda allí: al lector no le hará falta saber nada de historia y ni siquiera estar interesado en ella, pues rápidamente la narración se apoderará de él y lo conmoverá. Victus está llena de humor y aventuras, pero al mismo tiempo de tristeza. Es asimismo una trepidante novela de iniciación con ecos de la gran picaresca, y una reflexión a ratos sarcástica y a ratos vibrante sobre la dignidad y el heroísmo. En el panorama literario actual, Victus es un huracán de aire fresco, una visión desde abajo, irreverente, iconoclasta en el mejor sentido de la palabra.
Sus acciones transcurren tras la muerte de Carlos II, cuando España se vuelve un botín irrenunciable para muchas de las potencias europeas, no sólo por la privilegiada posición que ocupa en el mapa sino por el poderío que tiene en tierras americanas. Son los inicios del siglo XVIII y la guerra es muy diferente a como solía serlo. Ahora, los elementos más importantes dentro de los ejércitos, son los ingenieros. Sobre todo, porque ellos son los encargados de planear las estrategias para llevar a cabo un asedio o para repelerlo. Son sólo cálculos los que determinan quién gana una batalla. Al menos, eso es lo que parece.
Martín Zubiría es un adolescente que acaba de ser expulsado del colegio de los carmelitas a donde lo envió su padre. La oportunidad que le ofrece el padre superior es ir a continuar sus estudios con un famoso ingeniero. Ahí, tras largas pruebas y exhaustivas jornadas de aprendizaje, irá elevando su mente y su espíritu hasta alcanzar altos niveles. Sin embargo, es incapaz de contestar una sencilla pregunta a su mentor cuando éste se encuentra en su lecho de muerte. Por eso nunca podrá obtener el título de ingeniero real.
A cambio, su vida va dando tumbos durante la siguiente década. Se suma a diversos ejércitos sin importar a qué bando pertenezcan. Lo importante es aprender y hacer valer sus conocimientos. Mientras esto sucede, entabla una extraña relación de amor-odio con un mercenario que terminará salvándole la vida. Además, adoptará a un enano y a un pequeño niño dedicados al robo. Junto con una mujer a quien rescata de su dueño, consigue formar algo parecido a una familia.
Martín va ganando prestigio. Tanto, que se le permite una innovación única en una de las trincheras. Su invento parece infalible, es la trinchera perfecta. La misma contra la que combatirá cuando se encuentre del otro lado, durante el asedio a Barcelona. Un día y una noche infaustos en los que perderá todo lo que le importa salvo la vida. Ésta la conservará hasta llegar casi a los cien años, desde donde recordará.
A la manera renacentista, Yourcenar se sirve del pasado para hablar del presente. La obsesión por explicarse a sí misma y explicar nuestra época ilumina las páginas de esta obra monumental que la autora dejó inconclusa, como si de su vida misma se tratara.
“Marguerite Yourcenar es una moralista que jamás da lecciones de moral. La belleza, el coraje y la modestia la conmueven y, por más atroz que sea el presente, se niega a cerrar los ojos. Recordad que la lucidez es contagiosa, y también lo es el coraje. Si les, querrás releer: jamás nos cansamos de Yourcenar.”
Óscar Colifatto viste de riguroso negro y detesta la luz del sol, las calles frívolas y chillonas de Miami, los animales y los niños..., lo detesta todo menos a sí mismo. Maniático e hipocondríaco hasta el extremo, trata de mantenerse aislado del mundo para que nada ni nadie trastoque su monótona rutina como guionista de culebrones.
Ha de escribir una nueva telenovela que restituya su fama perdida, pero su creatividad se ve mermada a raíz del abandono —debido a un pequeño incidente— de Natalia, la mujer con quien convive desde hace seis años.
Una vecina explosiva e iluminada de los libros de autoayuda, el adorable perrito de ésta, un exigente productor de telenovelas, una prostituta enviada por este último para calmar el desamor y un hijo que tuvo trece años atrás se entrometen en su proceso creativo. Y en el centro de la trama, Óscar, uno de esos personajes maniáticos, patéticos y freaks pero al mismo tiempo entrañables que quedan en la memoria para siempre.
Victus es, en principio, una novela histórica que se sitúa a inicios del siglo XVIII y narra la Guerra de Sucesión española a través de un muy joven barcelonés, Martí Zuviría, quien se convierte en un genio en las artes de fortificación y expugnación. Pero no se queda allí: al lector no le hará falta saber nada de historia y ni siquiera estar interesado en ella, pues rápidamente la narración se apoderará de él y lo conmoverá. Victus está llena de humor y aventuras, pero al mismo tiempo de tristeza. Es asimismo una trepidante novela de iniciación con ecos de la gran picaresca, y una reflexión a ratos sarcástica y a ratos vibrante sobre la dignidad y el heroísmo. En el panorama literario actual, Victus es un huracán de aire fresco, una visión desde abajo, irreverente, iconoclasta en el mejor sentido de la palabra.
Sus acciones transcurren tras la muerte de Carlos II, cuando España se vuelve un botín irrenunciable para muchas de las potencias europeas, no sólo por la privilegiada posición que ocupa en el mapa sino por el poderío que tiene en tierras americanas. Son los inicios del siglo XVIII y la guerra es muy diferente a como solía serlo. Ahora, los elementos más importantes dentro de los ejércitos, son los ingenieros. Sobre todo, porque ellos son los encargados de planear las estrategias para llevar a cabo un asedio o para repelerlo. Son sólo cálculos los que determinan quién gana una batalla. Al menos, eso es lo que parece.
Martín Zubiría es un adolescente que acaba de ser expulsado del colegio de los carmelitas a donde lo envió su padre. La oportunidad que le ofrece el padre superior es ir a continuar sus estudios con un famoso ingeniero. Ahí, tras largas pruebas y exhaustivas jornadas de aprendizaje, irá elevando su mente y su espíritu hasta alcanzar altos niveles. Sin embargo, es incapaz de contestar una sencilla pregunta a su mentor cuando éste se encuentra en su lecho de muerte. Por eso nunca podrá obtener el título de ingeniero real.
A cambio, su vida va dando tumbos durante la siguiente década. Se suma a diversos ejércitos sin importar a qué bando pertenezcan. Lo importante es aprender y hacer valer sus conocimientos. Mientras esto sucede, entabla una extraña relación de amor-odio con un mercenario que terminará salvándole la vida. Además, adoptará a un enano y a un pequeño niño dedicados al robo. Junto con una mujer a quien rescata de su dueño, consigue formar algo parecido a una familia.
Martín va ganando prestigio. Tanto, que se le permite una innovación única en una de las trincheras. Su invento parece infalible, es la trinchera perfecta. La misma contra la que combatirá cuando se encuentre del otro lado, durante el asedio a Barcelona. Un día y una noche infaustos en los que perderá todo lo que le importa salvo la vida. Ésta la conservará hasta llegar casi a los cien años, desde donde recordará.
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"Los libros son espejos: sólo se ve en ellos lo que uno ya lleva adentro"